El discurso de Milei en Davos tenía como destinatarios a los matones del planeta, que nombró uno por uno, desde Donald Trump y Víktor Orbán hasta Giorgia Meloni, Benjamín Netanyahu y Elon Musk. Eligió el “wokismo” como campo discursivo porque era el único en el que no quedaba, como el resto del mundo, atorado por las barreras físicas y arancelarias de Trump, y tampoco quería mostrarse como un apólogo del libre mercado frente a la hoja de ruta proteccionista de la nueva administración estadounidense. Pero sus palabras también produjeron el rechazo categórico de amplios sectores en Argentina. Desmovilizados los sindicatos, extraviados los partidos de la oposición, destractorizados los terratenientes y uberizados los trabajadores informales, logró juntar a todos sus adversarios para dar una pelea que, igual que ocurrió con la defensa de la educación superior, tiene muchas chances de perder. Cabe recordar que las conquistas sociales que el presidente atacó en Davos tienen un lar...
Si hay algo de lo que nos seguimos jactando los peronistas es de tener doctrina. No importa mucho la literalidad del concepto. Tener doctrina es dominar el mundo de las ideas y el de los valores. Frente a la derecha tradicionalmente fuimos moralmente superiores, desde los luminosos trabajos de FORJA en la década del ‘30 -jóvenes yrigoyenistas que la vieron 15 años antes- y desenmascararon las políticas imperialistas inglesas, y La Comunidad Organizada (una síntesis superadora con profundo sustento filosófico), hasta la Década Ganada, un repertorio de lo que posteriormente se conocería como cultura “woke” que habilitó importantes conquistas de las minorías. El problema es que seguimos creyendo que somos moralmente superiores cuando se nos escapó la tortuga en todos los frentes. Nuestros héroes son siempre intelectuales (término que don Arturo Jauretche despreciaba), académicos y divulgadores que hablan difícil (me cuento, con mis limitaciones, dentro de ese ominoso último grupo). Y...