Ir al contenido principal

Bandas eternas

 El periodista económico Maxi Montenegro hace la siguiente confesión: “Tuve la oportunidad de hablar con alguien muy fuerte del mercado financiero, de Wall Street, un referente que ha estado en el centro de todas las negociaciones por la deuda argentina casi en la última década, del lado de los banqueros, de los fondos de inversión, que quiere directamente a Cristina presa; que ha hablado incluso en distintos momentos con los presidentes por este tema -fundamentalmente con Macri-, y aún así no es que en este momento está habiendo un riesgo de retorno de Cristina. Consideran que Cristina es un problema, pero no está hoy pensando que haya un riesgo de que vaya a ganar el kirchnerismo en esta elección, y me parece que hoy, todavía, en términos de probabilidades, no es el temor mayor del mercado”.


Es la respuesta del stablishment a la afirmación de Milei de que “el Riesgo País es el riesgo Kuka”. En otro streaming, Héctor Torres, exrepresentante argentino ante el FMI, confirma esta mirada: “Para cualquier inversor, el mejor resultado es que Cristina salga derrotada, no que vaya presa”. 

De aquí se desprenden dos certezas: la primera, que los obstáculos para invertir en el país no tienen que ver con la capacidad de daño de Cristina. Si la tuviera, estos sectores no dudarían en mandarla a la gayola. Los inversores desconfían de un esquema de tipo de cambio artificialmente bajo, sin acumulación de reservas, que financia las compras en el exterior con dólares prestados y que no registra que el gran problema mundial es la desviación del comercio Chino que terminará pulverizando las industrias nacionales.

Milei dice que en la nueva economía hay sectores que van desaparecer y otros que van a potenciarse, pero según Torres “no es ningún negocio sacar gente de industrias que son ineficientes a nivel global y pasarlas al desempleo. (…) Vos podés jugar al libre comercio cuando todos juegan al libre comercio, pero cuando todos juegan a la política industrial y al proteccionismo y vos jugás al libre comercio porque te sirve como política arancelaria o porque creés en el mercado y tenés una fe, es temerario”. 

Es más, según Torres, es la razón por la cual Trump está donde está. “La élite asumía que la globalización iba a hacer que algunas industrias quebraran, se iban a perder algunos empleos; ‘Pero no se preocupen, porque las industrias competitivas, incluyendo las de servicios, va a crear empleos de mucha mejor calidad, de mucho más valor agregado’. Pero, ¿sabés qué pasa?, el factor trabajo no es móvil ni siquiera dentro de un mismo país. El trabajo es familia, amigos, el club del barrio, pertenencia a una comunidad, a una geografía”. 

Y redondea: “La ‘intelligentzia’ pensaba: ‘Con subsidios y reentrenamiento esto se arregla, ganamos todos’. No fue así. Trump lo resumió genialmente: ‘Los americanos no quieren subsidios, no quieren ayuda estatal, lo que quieren son empleos’. Y fue así. Trump y el trumpismo y todo el populismo de derecha no es una aberración histórica, es la consecuencia de un error político enorme de las élites globalizadoras: el factor trabajo no es un factor de la producción más”.

Pero si en ese esquema económico Cristina no es gravitante, ¿por qué hay un sector obsesionado con meterla presa para asistir finalmente al reinicio de la Argentina? Y esa es la segunda certeza: la restitución de la Argentina colonial requiere sacrificios rituales. 

Estos fenómenos llevan años esperando que el pueblo salga a las calles a reventar a martillazos las estatuas de la Yegua, los símbolos de la Década Ganada, como si fueran los últimos vestigios de la agonizante Unión Soviética, pero hasta el momento los únicos que destruyeron monumentos y rebautizaron edificios fueron ellos. El pueblo trabajador estará enojado con el último gobierno peronista pero sigue odiando aún más a los banqueros y a la política al servicio de capital.

La coyuntura promueve debates urgentes: un efecto directo del operativo clamor para detener a Cristina es el aumento de la presión sobre otros dirigentes del campo nacional, como Jorge Capitanich. Si para Zdero alcanza con ganarle la legislativa, hay algo profundamente instintivo, una fruición infantil, que lo lleva a desear que también termine preso. Zdero es una ‘tabula rasa’ en la que sólo se imprimieron prejuicios gorilas. Y no es sólo Zdero: somos un pueblo proclive al olvido.

Viajemos al pasado. El proceso político que terminó con la Década Infame en 1943, que obró como puente para el nacimiento del peronismo, también tuvo a la Patria al borde de la disolución. La breve Revolución de los Coroneles recibió la embestida de la oligarquía, los conservadores, el socialismo y el comunismo y también de la UCR alvearista. No se volvería a ver tanto odio hasta 1955. Esos sectores abogaban hasta por una intervención militar de EEUU de la mano del secretario de Estado Cordel Hull, mientras soñaban, desde el autoexilio en el Uruguay, que el pueblo los recibiría en las calles de Buenos Aires con cánticos y guirnaldas.

Dice Miguel Ángel Scenna: “La incomprensión sustancial emergía del hecho de que, a través de la revolución, chocaban dos Argentinas opuestas e inconciliables. La gama política tradicional representaba a una Argentina que ya sólo existía en sus arcaicos esquemas electoralistas, pero que no obedecía a ninguna realidad presente”. 

Y he aquí que la historia se repite, y aunque los roles se mezclan un poco, ambas Argentinas siguen chocando 82 años después. La que propone a Cristina presa, a Capitanich preso, a todos los dirigentes sociales y políticos populares presos, para consolidar formalmente la entrega planificada del país (un país sin educación ni salud pública, sin jubilaciones dignas, sin ciencia y tecnología, sin industria nacional), y la Argentina del trabajo y el crecimiento. Cuando hasta el último dirigente del campo popular haya sido expulsado de la arena política y de la vida civil, ¿quién representará a esa Argentina? Es la hora del reencuentro con el pensamiento nacional.


Entradas populares de este blog

Caídos del mapa

El 27 de enero se llevará a cabo la audiencia pública para tratar la actualización de la tarifa de energía eléctrica y el Cargo Tarifario Específico de Secheep. El Valor Agregado de Distribución (VAD) se actualizará cada tres meses, y se creará una “tarifa para medianos usuarios en baja tensión” (los que consumen entre 30 y 50 kW). A lo largo del año, de acuerdo a datos de Secheep, el gobierno nacional aumentó la energía mayorista 420% (según el Foro Multisectorial Contra los Tarifazos, fue en promedio del 433,6%, pero con un impacto en los usuarios de ingresos medios del 555%). En contraste, la última actualización de las jubilaciones alcanza el 2,43%. En enero un jubilado de la mínima cobrará $ 265.907,01 más un bono de $70.000. Las facturas de luz promedian los $150.000. Una familia tipo puede superar holgadamente los $ 300.000 mensuales. Según Germán Perelli, vocal oficial de la empresa, el peso de los cargos provinciales en la factura es de sólo 27,3%, y en todo el 2024 no se t...

El cierre de los medios públicos y el nuevo sentido común

Dice Borges en “La muralla y los libros”: “Leí, días pasados, que el hombre que ordenó la edificación de la casi infinita muralla china fue aquel primer emperador, Shih Huang Ti, que asimismo dispuso que se quemaran todos los libros anteriores a él”. Zeitgeist Más intuitiva que científicamente, la política comunicacional de cualquier gobierno, también del de Leandro Zdero, consiste en abolir el pasado y construir una nueva realidad en base a lenguajes simbólicos que legitimen su programa. El mayor logro de un plan de esta magnitud es que la gente piense que los nuevos postulados son verdaderos porque para el resto de la sociedad lo son. Como dice Mario Riorda: “El universo simbólico ofrece el más alto nivel de integración a los significados dentro de la vida en la sociedad”. Cuando este viernes el gobierno de Leandro Zdero cerró Somos Uno (el sistema de medios públicos provincial) hizo honor al relato instalado en la campaña: el de la austeridad. Como Shih Huang Ti, Zdero ordenó que ...

Intemperie

Durante 28 años la democracia chaqueña fue gobernada por dos fuerzas políticas: doce años por los radicales, dieciséis por los peronistas, pero sin alternancia. Fueron dos ciclos completos que se agotaron solos.  Ángel Rozas y Jorge Capitanich fueron dos dirigentes excepcionales. Tuvieron la vaca atada hasta cuando gobernaban sus delfines y querían cortarse solos. Construyeron liderazgos indiscutibles con las herramientas de la política: el territorio, la doctrina, la gestión.  A Rozas incluso le tocó ser oposición durante más de una década y sólo en los últimos años, cansado, enfermo y consciente de que su tiempo había pasado, dejó la centralidad y abrió la jugada, aunque de mala gana.   Leandro Zdero aprovechó esa grieta tanto como el agotamiento del ciclo peronista, pero sería prematuro decir que su triunfo fue el comienzo de un nuevo ciclo largo. Hasta el momento sólo ha mostrado audacia. A un año de haber ganado ni siquiera hay un “zderismo” embriona...