En distintas columnas dijimos que Leandro Zdero es una correa de transmisión del ajuste del gobierno nacional. Hay gobernadores que lo enfrentan; otros optimizan el gasto para que el hilo no se corte por lo más delgado. Zdero eligió la tercera vía: le entregó el mando al presidente. El costo lo pagan los chaqueños y chaqueñas.
Milei desfinancia a las provincias con la caída de la coparticipación por el derrumbe del nivel de actividad; el cambio de destino de fondos coparticipados, como el impuesto al combustible que pagan los chaqueños sin que ese aporte se refleje en obras viales ni viviendas; la eliminación del Fonid que golpeó de muerte al sector educativo; el recorte a programas estatales; la quita de subsidios y la desregulación de las tarifas energéticas y de transporte; la cesación de pagos de la deuda de Nación con el Insssep, entre otras.
El gobierno de Zdero, en lugar de diseñar mecanismos de compensación responde corriéndose del medio. Libera las tarifas de la luz, libera los precios del pasaje de colectivo, impulsa la triplicación de los descuentos a los trabajadores para cubrir el déficit del Insssep, deja en la calle a miles de personas y pisa los salarios.
Si el plan de Milei es que pague la casta, el plan de Zdero es “la casta son mis votantes”. No hay políticas anticíclicas, no hay proyectos de inversión, y el mejor anuncio que puede hacer es que por seis meses no aumentará la tarifa de Secheep, sin tomar nota de que la gente que no pudo pagar la luz el mes pasado, tendrá el mismo drama durante los próximos meses incluso si el gobierno nacional posterga sus propios aumentos. No sólo echa gente de la administración pública; también golpea al sector privado.
Milei levanta la motosierra contra las provincias afirmando que los gobernadores son la casta, degenerados fiscales. La gente aplaude creyendo que el presidente está terminando con los intermediarios y ahora la plata no va a ir a parar a ninguna caja política. Pero los problemas son estructurales: los cien años de decadencia del país, que para Milei se solucionan por DNU, nos cuentan otra historia.
Desde la matriz energética hasta el sistema de reparto; desde el sistema previsional hasta la salud pública (y su división en tres subsistemas que incluyen a las obras sociales); desde el sistema educativo hasta el de subsidios al transporte público; desde la distribución de la tierra hasta los pactos fiscales para acordar a ojo la distribución de la coparticipación, todos estos “índices de decadencia” no pueden ser simplemente retirados de la ecuación y que en su lugar quede tierra arrasada.
Dejar de pagarle a las provincias con cajas previsionales no armonizadas la deuda legalmente asumida no tiene nada que ver con terminar con la casta. Es criminal el costo para los argentinos del delirante superávit fiscal de Milei, cuya finalidad es empoderar a los mercados, estar al día con los acreedores internacionales y facilitar negocios extraordinarios a sectores concentrados. La otra cara de la moneda son millones de argentinos refinanciando las tarjetas reventadas durante 2024: pobreza para hoy e indigencia para mañana.
El ajuste que Zdero no frenó tampoco redundó en beneficios para el campo, los consorcios camineros, el comercio y la industria. Hace pocos días, el titular de la Fundación Ciudad Limpia y excandidato de Milei en Resistencia, Carlos Alabe, reconoció que 2024 fue “el año de la paciencia”, pero cuestionó “la resolución que tienen con la gente de echarla de muchos organismos de un plumazo; está bien achicar el Estado, pero quiero ver qué se hace con ese achicamiento”.
Un año después estamos mucho peor. A diferencia de Milei, Zdero no consiguió un rebote en “V” para beneficiar a un sector de la economía; lo suyo fue un rebote en “Λ”. Y así marcha rumbo a las elecciones, más preocupado por dividir el voto peronista que por ponerse, de una buena vez, a gobernar.