A las 17:03 de este viernes el presidente Milei promocionó por X la compra de la criptomoneda $LIBRA. Miles de personas se tiraron de cabeza. Imaginate: te la recomienda un presidente, encima experto. La secuencia es alucinante: a las 17:40 ya cotizaba a US$ 4,58, pero algo salió mal, y en 20 minutos cayó a US$ 3. Cerca de las 23:00 valía menos de US$ 0,50. Se esfumaron US$ 87,4 millones. Según las estimaciones más conservadoras, unos 53 mil boludos resultaron estafados.
El tuit estuvo cuatro horas activo bancado por todo el ecosistema de trolls oficiales (algunos hasta dieron testimonio de cómo la shitcoin les había cambiado la vida, como si fuera una reunión de Amway). Cuando se dieron cuenta del moco borraron todo, insinuaron que le habían hackeado la cuenta a Javo, pero la gente ya estaba encargando remeras con el hashtag #PresidentePonzi.
No hay un antecedente de una estafa de esta magnitud en el mundo cripto, pero sí del propio Milei, que en 2022 promocionó a la ‘fintech’ CoinX, que ofrecía retornos extraordinarios en dólares. Como se sabe, los responsables de la empresa terminaron procesados y alguno en cana. Su titular, Francisco José Hauque, fue detenido a mediados de enero por violencia de género; en su auto encontraron dos kilos de cocaína y una 9mm.
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Naturalmente ya circulan denuncias con media docena de delitos federales contra el presidente, pero por razones bastante obvias Milei, que quema las naves a cada paso, no le teme a la Justicia ni al Congreso. Y acá hay un punto central del debate político actual que Claudio Lozano delineó sin metáforas esta mañana: hay que echar a Milei por la vía del juicio político, y para eso y no otra cosa hay que ganar las elecciones.
Hace 94 años el mafioso Al Capone fue condenado por una corte de Chicago. Tenía una banda criminal de entre 700 y 1000 miembros y cometió toda clase de masacres. Sin embargo terminó preso por evasión impositiva. Los delitos que pudieran caberle a Milei por avalar un esquema ponzi pueden ser menores comparados con la destrucción del aparato productivo de la Argentina y la entrega de sus recursos a capitales extranjeros, pero quizás alcancen para parar esta locura.
Los méritos que sostienen su popularidad (la baja de la inflación, el equilibrio fiscal) también son falaces. Con los ponderadores actuales, el IPC mide un punto menos de la inflación real; en todo caso, la desinflación en pesos corre a la par de la inflación en dólares destruyendo la competitividad de los sectores productivos.
En cuanto al superávit tan promocionado, es producto de una deuda interna que ya ocasionó la pérdida de unos 200 mil puestos de trabajo formal, el cierre de 15 mil pymes, el aumento de la deuda en US$ 100 mil millones, el estrangulamiento de los sistemas sanitario y educativo, mientras el oligopolio petrolero el año pasado tuvo ganancias superiores al 1000%. Igual que el Grupo Mastellone mientras se cae el consumo de lácteos porque a) fijan precios, y b) la liquidez que tienen la ponen en el carry trade. Todo esto se sostiene con la tuya.
La tarea, una vez más, recae sobre una oposición -la del campo popular- que viene de chocarla y no sabe cómo ubicarse en este nuevo escenario. Un estallido social sin conducción sólo serviría para que los delincuentes que mueven los hilos del gobierno de Milei se reorganicen. La conducción, sin embargo, tiene que surgir de acuerdos superadores. El problema no son los 53 mil boludos que le creyeron al tuit de Milei: el problema es la entrega planificada.