Leí en algunos medios paraoficiales, repetida hasta el cansancio, la frase “interna peronista”. Es la primera señal que me hace sospechar.
¿Qué interna? Es una exageración elevar a una facción minoritaria del peronismo a la categoría de adversario interno, de fuerza volcánica que clama por derramar el escarmiento incandescente sobre los tibios. ¿“Coquismo” versus “ayalismo”? ¿En serio?
A Magda Ayala no le dan ni los votos en comicios regulares ni en el contexto del Consejo Provincial para bancar un conato secesionista. Discutirlo en la prensa financiada por el gobierno sólo empeora las cosas.
Por eso el partido fue categórico al rechazar la discusión sobre una interna el mismo día que se vencían los plazos, y además adelantó que cuando se pongan a consideración los cargos partidarios no se hablará de los electivos. La respuesta de Ayala fue: “O vamos todos con el sello del PJ, o no va nadie”. ¿Irá a la Justicia?
No está en debate si la aparateada del partido elude el problema de fondo, y mucho menos el legítimo derecho de un sector de aspirar a conducir al peronismo, aunque sólo sea para poner candidatos en la lista de diputados provinciales. Lo que debería evaluarse es la oportunidad.
Mirando el panorama desde un dron, se diría que quieren romper todo. Detonar el PJ. Dividirlo y, quizás, como sostienen algunos, encontrar el argumento moral que los legitime para decir: “Por esto vamos a las elecciones con un frente extrapartidario”.
La batalla del clan Ayala, una puesta en escena para entusiasmar Olivellos, estaba perdida de antemano. Es un dilema que no existe a pedido de un gobernador desesperado que está haciendo minería de cripto-dirigentes para salvar las papas en mayo.
¿Entonces vamos a dejar que Coqui, una vez más, arme una lista a dedo? Yo respondería con otra pregunta: si en la lista están Juan Carlos Ayala, Domingo Peppo y José Mongeló, ¿entonces el peronismo chaqueño va a estar ampliamente representado? Dejemos el juego de la silla para después aunque lo detestemos.
Si Coqui arma la lista es porque hizo méritos durante 16 años para que su liderazgo no estuviera en discusión. Querer medirlo por una derrota después de incontables triunfos es una canallada o un síntoma de amnesia autoinducida. Como me dijo hace unos días un dirigente: “¿A Coqui hay que desafiarlo? Sí. ¿Hay que discutirle? Siempre. Pero los tiempos y las formas sí importan”.