En 2023 la consigna de Leandro Zdero movilizó al campo. Los productores se tiraron de cabeza a militar el cambio, panfletearon entre la peonada, donaron valijas llenas de brotes verdes y lo votaron. Catorce meses después están en ruinas.
Durante todo ese tiempo el Pibe de Oro siguió actuando como si estuviera en campaña, hablando del campo como motor del desarrollo de las economías regionales y de tener una mirada especial para esos gringos incansables de apellidos búlgaros y polacos. Llenó las redes de fotos pero la gestión nunca arrancó.
Pequeños y grandes productores vieron desfilar ministros mientras la sequía se fagocitaba los cultivos y la desaparición de pasturas naturales los obligaba a vender los terneros. Cuando se dieron cuenta tenían las cosechadoras y las tierras embargadas por no pagarle a los proveedores. Para colmo los pooles casi no arrendaron.
Con la ideología herida pero agobiados por las deudas, salieron a las rutas en el sudoeste, tomaron la rotonda de Sáenz Peña. Los persuadieron de volver al trabajo, al campo yermo, a las vacas esqueléticas, a las facturas impagas (la electricidad rural triplica los costos que paga el consumidor domiciliario), de modo que dieron el siguiente paso.
A mediados de marzo, unos 400 productores nucleados en la Federación Agraria presentaron un proyecto de ley de emergencia agropecuaria ante legisladores de la oposición. La iniciativa preveía la toma créditos por parte del Ejecutivo para asistirlos, así como la actualización del monto de la Ley del Sistema Integrado de Seguros Agropecuarios y otros ítems para campear el desastre.
Recordaron que en 2012 los diputados y funcionarios del actual oficialismo impulsaron la declaración de emergencia y esperaban que esta vez hicieran lo mismo. Pero Zdero no avaló el proyecto. En cambio, firmó un decreto que proponía gestionar ayuda de Nación. Y ya se sabe cómo es el reunionismo. Hasta ahora no llegó un peso.
Desde su trono en Narnia, el Pibe de Oro repitió la canción: “En este difícil momento debemos estar espalda con espalda, sin que nadie intente sacar una ventaja política. Siempre dije, desde el primer momento de nuestra gestión, que tomamos la decisión de considerar al campo como un aliado”. Los gringos están cabreros y perplejos en partes iguales. Varios están literalmente fundidos y no tienen idea de cómo van a salir de ésta.
Las elecciones del 11 de mayo pueden ser un punto de inflexión para el ciclo político del farsante que, como Milei, llegó al poder por el hartazgo general y no por mérito político ni por solvencia técnica. Pero hay una verdad incontrovertible: por muchas bancas que gane, su incapacidad patológica de gestionar la cosa pública y su decisión de gobernar a puro golpe de efecto, a pura operación mediática, no van a cambiar.
Zdero no tiene programa para el campo ni para ningún sector. Lo único que tiene es un puñado de consignas que repite mientras flota en la tibia corriente del desaliento general, aletargado como el hombre perruno de esa terrorífica novela de Bioy Casares, “Dormir al sol”. Cuando se despierte va a ser demasiado tarde para todos.