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El clientelismo no está en la agenda

 El gobierno provincial puso a prueba este martes toda su maquinaria de propaganda. Le funcionó a medias.


Para el marco mental que Zdero busca instalar en la campaña, la Policía juega un papel crucial. Sin ella, el trabajo de la mesa judicial a las órdenes del ministro de Gobierno Jorge ‘Pato’ Gómez no tendría sentido. Mesa judicial que además sacudió el mercado de pases con dos refuerzos de lujo: los fiscales federales Carlos Amad y Patricio Sabadini.

Para su desembarco en Normandía, el gobierno contó con la participación de los medios de comunicación paraoficiales, que mostraron con devoción el despliegue de patrulleros y uniformes y la contabilización de televisores y fajos de guita. Los portales se ganaron cada peso que le cuestan al fisco: llegaron a los allanamientos antes que los 200 agentes recién salidos de la Escuela de Policía, y al rato estaban publicando elaborados flyers y videos de archivo para reforzar el mensaje. Zdero dice, al revés que Lakoff, “¡piensa en un elefante!”.

Pero el nado sincronizado para instalar el marco ‘piqueteros-Capitanich’ no estuvo exento de fallas. La foto de uno de los dirigentes detenidos mostrando orgullosamente una boleta electoral del radicalismo terminó colándose en el grupo de Whatsapp que el jefe de Policía Fernando Romero comparte con periodistas. Le pidieron explicaciones; Romero no respondió. Y es que hasta los partes policiales hablaban de “fondos que la gestión anterior giró hacia los movimientos sociales”.

Uno de los videos difundidos a lo largo de la jornada mostraba gran cantidad de mercadería acopiada en un galpón: pacs de yerba, de leche en polvo, bolsas de lentejas y otros alimentos. Todos de las marcas que distribuye el programa Ñachec. Un vecino del barrio me contó que los beneficiarios del programa hace más de un mes no reciben su caja de mercaderías. Infiero que el lugar allanado oficiaba de centro de distribución de esa mercadería. Zdero no sólo no terminó con los intermediarios: sus intermediarios eran “los piqueteros de Capitanich”.

La discusión que ni Zdero ni Capitanich están dando, y deberían, es sobre clientelismo político. Los cuatro detenidos este martes no eran piqueteros. Diego y Juan Carlos Rolon, Marcos Cáceres y Lucas Torales están involucrados en una presunta maniobra de lavado de activos. Las propiedades y vehículos que les secuestraron, los quinchos, piscinas y cruceros de placer que ostentaban en las redes, no son el fruto de ahorrar con el programa Renta Mínima Progresiva. ‘Chiyo’ Bacileff Ivanoff los definió a la perfección hace ya varios años: son “gerentes de la pobreza”.

Si la Justicia rastrea la ruta del dinero que les permitió semejante movilidad social ascendente, entrarán en escena sinuosas complicidades políticas e institucionales, del gobierno anterior y del actual. Si la gestión anterior les otorgó millonarios anticipos de obra para un centenar de viviendas; si la gestión actual los alquiló para militar en campaña y los siguió financiando para distribuir cajas Ñachec a cambio de votos, es claro que la palabra “piqueteros” es un engañapichanga. 

Un periodista del interior me decía anoche que es imposible que semejante nivel de vida se lograra cobrándole el diezmo a cincuenta familias pauperizadas. Para el colega, que padece ese flagelo en su ciudad, el exhibicionismo de los detenidos es compatible con la retórica obscena del narcotráfico. En todo caso, la Policía no encontró ni una tiza.

Hay mucho para meditar sobre la práctica clientelar que conecta a la política con la delincuencia. En campaña es un tema tabú. Fuera de la campaña, también.


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