En septiembre de 2024 Leandro Zdero echó al presidente de Ecom, Luis Verga. Su sucesor, Adrián Veleff, lo denunció por supuestas irregularidades ante la Fiscalía de Investigaciones Administrativas, y diputados de la oposición hicieron lo propio ante la Justicia Federal por el presunto desvío de $500 millones mediante maniobras de triangulación y sobreprecios.
Los detalles apenas trascendieron, y días después Zdero inauguró un sistema de video vigilancia en el Puerto Barranqueras con las cámaras que había comprado Verga mediante las operaciones que ahora investiga la Justicia, que olvidó catalogarlas como "bienes recuperados de la corrupción".
En octubre Zdero tuvo que echar al ministro de la Producción Hernán Halavacs, imputado en la megacausa “mafia de los desmontes”. La explicación del secretario coordinador de gabinete Livio Gutiérrez fue notable: “La dinámica gubernamental requiere de estos recambios para dar potencia a las políticas que queremos implementar”.
La “dinámica gubernamental” fue tan vertiginosa que su sucesor, Víctor Zimmermann, duró sólo cinco meses en el cargo y no le brindó ninguna solución al sector productivo. En su breve interinato descabezó el ministerio y cuando regresó al Senado para votar la impunidad del matrimonio presidencial por el escándalo de la criptoestafa, dejó como peludo de regalo a su hija, Carla, como asesora con un sueldo de $1.600.000.
La corrupción no tiene signo político, es una franquicia. Va más allá del funcionario infiel que decide meter la mano en la lata (sin ir más lejos, la “mafia de los desmontes” demostró ser todo un hito de continuidad institucional). Según Irma Sandoval Ballesteros, Dra. en Ciencia Política de la Universidad de California, la “corrupción estructural” produce un “doble fraude”: fraude económico-financiero y fraude electoral-político. Lo novedoso del gobierno de Zdero es la velocidad para aceitar los engranajes.
“La corrupción estructural, ya sea en sus versiones pública o privada, opera como un sistema altamente sofisticado, que en su seno integra de forma orgánica a los subsistemas económico, legal, social, administrativo y político. Las extorsiones y los sobornos menores se engarzan en complejas estructuras piramidales que nutren esquemas de patronazgo e impunidad”, dice la autora.
Los ejemplos de Halavacs y Verga resuenan porque involucran a la cúpula del gobierno, pero hubo decenas a la largo de 2024, que fue, por cantidad de casos, volúmenes de dinero y transversalidad en el organigrama del Estado, “el Año de la Corrupción”. Como la prensa para-oficial tenía más de diez mil millones de razones para mirar para otro lado, ninguno de estos escándalos salpicó a Zdero, que ocupa el cuarto lugar en el ranking de gobernadores y tiene una imagen positiva del 61% según un relevamiento de febrero.
El Pibe de Oro vino a gestionar con austeridad, y ni gestionó ni fue austero. Sólo cumplió la promesa de terminar con los piquetes. Fracasó en su política salarial, en su política energética, de infraestructura, educativa, sanitaria y de seguridad. En algunos casos, como los servicios públicos, no sólo no hubo avances sino que se retrocedió veinte años.
El anuncio de la ministra de Educación Sofía Naidenoff respecto a volver a la “educación híbrida” para cuidar la vida de nuestros chicos durante los meses de calor extremo es un buen ejemplo de la fuga del Estado. Los enemigos declarados de la “infectadura” ahora usan tácticas de la pandemia para no arreglar los ventiladores y los equipos de aire acondicionado de las escuelas.
La “dinámica gubernamental” de Zdero no sólo es una máquina de producir corrupción: además es un caso único en la historia de incapacidad de gestión. Si el 11 de mayo los chaqueños deciden “darle tiempo”, el 2027 será inexorablemente "el Año de la Reconstrucción". Y habrá que empezar desde los cimientos.