Zdero presentó su lista con la consigna de que “Somos la otra cara de los que buscan fueros”.
Interesante que lo diga el tipo que estuvo en la cocina de la causa Pimp, más conocida como “Lavado II”, un hecho de megacorrupción del que zafó gracias al fiscal federal Patricio Sabadini y al ayudín de Patricia Bullrich, en ese momento operadora estrella de los servicios de inteligencia del macrismo.
Esto abre una interesante discusión sobre la famosa “pata judicial”, ese universo al que Capitanich nunca le dio un tronco de bola. Y es que Coqui siempre se jactó de respetar la independencia de la Justicia, cosa que hizo a rajatablas y le valió no pocos dolores de cabeza y persecuciones.
Si Aída Ayala fue procesada en la causa Pimp, Zdero debería haberlo sido también. Su responsabilidad en la autorización de licitaciones truchas para beneficiar a la banda político-empresarial de su jefa no resiste ninguna lógica. Pero la explicación está a la vista: la banda era político-empresarial, pero también judicial.
Que Zdero nombrara como ministro de Gobierno y Justicia al fiscal del caso Cecilia es la prueba de que esos compromisos había que pagarlos, y que ahora Gómez sea candidato a diputado lo confirma. Siguen siendo una banda. Ahora en el poder.
¿Esto habla bien o mal de la lectura de Coqui sobre el rol de la Justicia en la política? ¿Por qué se negó a nombrar jueces, a forzar el corrimiento de otros? ¿Por qué no armó una Justicia a su medida? Desde el punto de vista republicano es para aplaudir. Pero la política no siempre es republicana.
Que Zdero haya conspirado con integrantes de la Justicia antes de ser gobernador, ¿habla bien o mal de él? Que los haya premiado una vez en el gobierno, ¿qué nos dice sobre la independencia de poderes y la ética del mandatario?
Para Zdero la Justicia es como una franquicia de Pato Pampa. Él ya la tuvo, así que sabe lo fácil que es comprar y vender pantalones y sentencias. No se necesitan fueros cuando se tiene una Justicia adicta.