El cierre de listas del PJ fue una interna con voto calificado: no participaron los afiliados, ni siquiera el Consejo Provincial del partido: sólo los operadores acreditados de los tres espacios principales que habían oficializado sus alianzas. El ganador, con diferencia, fue el Frente Chaco Merece Más.
Mientras los afiliados y simpatizantes discutían en las redes sociales nombres propios y ponían en la balanza merecimientos y agachadas o ponderaban buenos y malos resultados del pasado, para los protagonistas ni estos factores ni lo ideológico tuvieron la menor importancia. Pragmatismo puro.
Cuando hace algunos días dije que Gustavo Martínez estaba adentro fui refutado por algunos compañeros. Es verdad que amagó irse hasta el final (el ‘terminus ante quem’ era el sábado a la noche y siempre podía parir la abuela), pero finalmente se cumplió. “Pidió, le dimos y después pidió más”, confesaba un dirigente al tanto de las negociaciones; un modus operandi que ya es marca registrada en el gustavismo. Resultado: ahí están Eli Cuesta y Ricardo Sánchez.
Distinto es el caso de Katia Blanc, en un cuarto lugar demasiado codiciado como para terminar en manos de una referente que no cuenta con votos propios. Veámoslo más en detalle.
Hace poco más de dos semanas, operadores del coquismo se reunieron con el entonces presidente del Frente Renovador, José Sánchez, quien condicionó un posible acuerdo con el Frente Chaco Merece Más a la autorización del partido a nivel nacional. Pero mientras en Buenos Aires le daban a Sánchez “total libertad de acción”, Katia Blanc apuraba la intervención del partido provincial.
Cuarenta y ocho horas más tarde fue la propia Blanc la que le informó a Sánchez que sus días estaban contados, y poco después se formalizaba la intervención aduciendo “actos en el distrito abiertamente opuestos a la política que el orden nacional y el resto de los distritos se encuentran ejecutando en el proceso electoral del corriente año”. En el caso del Chaco, el objetivo era sellar una alianza con Capitanich.
Llama la atención el entrecomillado si se tiene en cuenta que el último acto oficial de Sánchez fue intentar un acuerdo con el coquismo, y el primer acto oficial de Blanc fue entregarle el sello del Frente Renovador a Magda Ayala, enemiga declarada de Capitanich.
Pero las negociaciones seguían abiertas. La retahíla de tuits de alto voltaje publicados por el montenegrino el día del cierre de listas mostró el carácter perentorio del llamado a la unidad. No sólo Gustavo acudió. También lo hizo Magda Ayala.
De acuerdo a distintos testimonios, la jefa comunal de Barranqueras puso como condición para bajar su alianza, que Capitanich le diera el cuarto y el quinto lugar en la lista provincial -para Katia Blanc y Atlanto Honcheruk respectivamente-, y que le garantizara, con el compromiso explícito de Sergio Massa, el segundo lugar en la lista de senadores nacionales.
El coquismo accedió a los dos primeros pedidos, pero no hubo forma de avanzar en el tercero: “Las candidaturas nacionales ni siquiera se empezaron a discutir”, le explicaron. Ayala entonces decidió retirarse, pero Katia Blanc, más que conforme con ese cuarto lugar, dijo “ni en pedo, yo ya cerré acá, Massa cerró con Coqui y punto”. El que sí volvió con Ayala fue Honcheruk, que con esa curiosa decisión renunció a la posibilidad de conservar su banca, siempre según las fuentes consultadas.
Para muchos peronistas que transpiraron la camiseta durante las últimas semanas, lo de Blanc es un premio exagerado, pero reconocen también que fue parte de una jugada más grande: lograron aislar a Magda Ayala, quedándose no sólo con el sello del FR sino con el apoyo de muchos de los intendentes que se habían rebelado, a punto tal que los que se quedaron con Ayala -Villa Berthet, Vilelas y Gancedo- ni siquiera pusieron el gancho, de lo que se infiere que también podrían bajarse en algún momento.
Desde principios de 2024 la intendenta de Barranqueras había declarado abiertamente su intención de ser candidata a gobernadora en 2027, pero si rasguña un 3% en los próximos comicios sus posibilidades se harán cuesta arriba. Ese resultado además será un magro consuelo para las intenciones de Leandro Zdero de dividir el voto opositor. Lo que parecía un negocio redondo terminó siendo una inversión de extrema volatilidad.
Las versiones aquí narradas indudablemente tienen su sesgo y podría haber otras que las contradigan. Lo que es seguro es que el cierre de listas fue una partida de ajedrez en la que el peronismo jugó a lo que más sabe: prepararse para competir en serio.