El gobierno de Milei, asfixiado en lo económico, ¿elige exacerbar el conflicto social a través de la represión, o se le escapó la tortuga? ¿Tiene un plan o llegó muy lejos muy rápido y ahora no puede parar la pelota?
El presidente es una persona psicológicamente perturbada, rodeada de virgos pendencieros que creen que tuitear es lo mismo que matar en la vía pública, y su ministra de Seguridad y brazo ejecutor está loca de remate. Paranoia, perversión, psicofármacos y alcohol, tal vez drogas duras, un combo para matar elefantes.
Pero hay demasiados indicios de premeditación: las escenas de violencia que viene anticipando el presidente desde que amenazó con “perseguir a los zurdos”, la posible participación en la represión del último miércoles de agentes que no pertenecen a las fuerzas de seguridad del país, la evidente infiltración de policías de civil para generar mayor descontrol, la decisión de tirar a matar, la utilización de la “ley antimafias”, la “ley de reiterancia” y la “ley antipiquetes”, entre otras, para criminalizar la protesta; el despliegue mediático coordinado para acusar a dirigentes de la oposición de intento de golpe de Estado, son sólo algunos de los elementos que tipifican un programa meticulosamente calculado.
No es la primera vez que Patricia Bullrich apela a la “guerra total” en todos los frentes para aniquilar a sus enemigos imaginarios. Los casos anteriores también fueron la primera piedra que desencadenó el caos. Como consecuencia cayeron De la Rúa y Macri. Y Milei, que habla del último siglo de teoría económica pero no sabe lo que pasó hace seis, siete años porque no sale a la calle, compró el paquete completo.
Pero volvamos a la hipótesis del caos planificado. ¿Qué tipo de gobierno tiene en mente Milei, y con qué tipo de apoyo internacional espera contar si decide convertir a la Argentina en un campo de batalla, si pretende disolver el Congreso e intervenir, como lo viene haciendo, la Justicia? Porque cerrar el parlamento podría ser una consecuencia lógica de lo que pase pasado mañana en la Plaza de los dos Congresos. ¿Y qué pasa con los “fondos frescos” y la continuidad del swap con China, renovado el año pasado hasta julio de 2026?
¿Tiene Milei contenida a su vicepresidenta? ¿Tiene los votos para impedir un juicio político? ¿Tiene bajo control a las Fuerzas Armadas? ¿Tiene un manual de instrucciones para autorizar el desembarco de marines yanquis en el país? ¿Tiene, más allá del repudio institucional y social, la venia de Donald Trump para ser la cabeza de playa de un nuevo modelo hegemónico global?
No es joda.