Milei y la derecha definen la narrativa dominante. Lo hacen con la tierna complicidad de la prensa ensobrada. Son ellos los que dicen, como Lakoff: “No pienses en un elefante”.
A falta de una oposición que pueda mover el amperímetro de la opinión pública, los daños que sufre el gobierno son autoinfligidos, a veces por internas, a veces por torpeza, siempre por codicia. El criptogate tuvo un poco de todo eso al mismo tiempo.
La dinámica comunicacional tiene también un signo de época: la fugacidad. Por razones más generales (hábitos de consumo de nuevas tecnologías, modelo de negocios de las redes sociales) las noticias siguen un riguroso calendario de obsolescencia programada. El mejor mundo posible para las operaciones de prensa.
Es válido suponer que el verdadero impacto en el gobierno por el escándalo $LIBRA no vendrá del lado del Congreso, un prostibulario que ha perdido toda autoridad moral, igual que la Justicia, pero podría detonarse si un juez neoyorkino ordenara arrestar a algún socio de Milei en la estafa cripto o, peor, embargar bienes de la familia del presidente o del Estado argentino en EEUU.
Sin embargo, por el momento el “operativo de distracción” (así lo denominó, anda la osa, Infobae) se concentra en el frente local. La interrupción de Santiago Caputo a Joni Viale cuando entrevistaba al presidente fue la excusa perfecta.
Al parecer, el propio Mago del Kremlin le dijo a Viale: “Echame toda la culpa”, y Joni obedeció. Simultáneamente, el vocero Manuel Adorni dijo que lo que hizo Santiago estuvo mal, y contó que Milei al terminar el reportaje lo retó: “Santiago, esto [cortar la nota, hacer quedar a Joni como un bufón] fue innecesario”.
La mesa está servida. El país habla de la forma y no del contenido, de Santiago y Joni y no de lo que dijo Milei. Lo cierto es que la interrupción de Caputo fue para indicarle al presidente que no metiera a Mariano Cúneo Libarona en la ecuación. Esto es así porque Viale había descontado que las denuncias caerían en el juzgado de María Servini.
De más está decir que si el presidente está acusado de un delito lo tiene que patrocinar su abogado personal, no el ministro de Justicia. Pero más allá de esto, lo que quería Santiago Caputo era no revelar la carta que se guardaba el entorno presidencial: el cambio de jurisdicción de la causa.
El libreto del presidente era claro: insistir en que había tuiteado a título personal y no como mandatario, y que lo había hecho desde la Quinta de Olivos y no desde su despacho en La Rosada. Querían naturalizar la idea de que quien tenía que hacerse cargo de las denuncias era la jueza Criminal y Correccional Federal N.º 1 de San Isidro, Sandra Arroyo Salgado.
Cuando la Cámara Federal sorteó a los jueces que entenderían en el caso, del bolillero salieron dos nombres: Servini de Cubría, la magistrada más poderosa de Comodoro Py, con competencia electoral, y Sandra Arroyo Salgado. Eventualmente, una de las dos le pedirá a la otra que le remita las actuaciones que están en su despacho.
Servini tiene las denuncias incoadas por Claudio Lozano; Arroyo Salgado, la que presentó Juan Ricardo Mussa, un histórico dirigente del PJ que apoyó a Milei en 2023, y que ahora se muestra “distanciado” pero podría haber incurrido en un intento de “forum shopping”, es decir, elegir un tribunal o jurisdicción favorable a los intereses de una parte.
Y es que, como expuso hace un año La Política Online, Milei tendría una “alianza secreta” con la viuda de Nisman, que quedó en evidencia cuando denunció a funcionarios macristas por interferir en una investigación contra un sanatorio de Vicente López. Milei había pedido sus cabezas por contribuir con la caída de la “ley ómnibus”, y Arroyo Salgado fue al programa de Majul y los escrachó.
También entró una tercera denuncia, de un tal Miguel Ángel Heredia, en una comisaría. La Policía la giró al juzgado en turno a cargo de Sebastián Casanello, pero esta vez se acordaron del forum shopping y el expediente irá a sorteo. Del juzgado en el que se acumulen los expedientes dependerá la suerte de Milei tras el inesperado giro que tomaron los acontecimientos en pleno año electoral.