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Mutación politizada

Dicen que Milei calzó porque la sociedad mutó. Pero esa noción es abstracta. Más concreto es decir que fue una mutación politizada, del “que se vayan todos” al “que se vayan todos los peronchos”. Por eso a Milei le perdonan la pobreza, el desempleo, el ajuste, el endeudamiento y la mentira. Pagan el precio de sacarse a los kukas de encima.

Para llevar a cabo su revolución, Milei contrató a los ejemplares más recalcitrantes de la casta liberal ortodoxa que chocó la calesita con Menem, De la Rúa y Macri. Y repite el experimento. Veamos el ejemplo de la “Ley Bases”, un plan de obsolescencia programada del trabajo y el capital productivo que se mira en el espejo de la “Ley Banelco” del delarruismo en la forma y en el fondo.

En enero de 2000 el gobierno de la Alianza envió al Congreso un proyecto de desregulación laboral que desbarataba décadas de conquistas sindicales. El 26 de abril de ese año obtuvo media sanción en el Senado. El 29 de mayo Hugo Moyano denunció públicamente que el ministro de Trabajo Alberto Flamarique había confesado: “Para convencer a los senadores tenemos la Banelco”. El 6 de octubre, en medio de una crisis política sin precedentes, el vicepresidente de la Nación y presidente del Senado, Carlos “Chaco” Álvarez, renunció a su cargo.

La impresionante operación denunciada de compra de votos pasó momentáneamente a un segundo plano: el país se incendiaba y cubría de sangre. El 20 de diciembre de 2001 De la Rúa también renunció a su cargo, abordó un helicóptero en la terraza de la Casa Rosada y escapó a la Quinta de Olivos. Volvería un día después para recoger sus efectos personales.

Recién en 2003 se conocerían los detalles de la “Banelco” por boca del exsecretario parlamentario Mario Pontaquarto: dijo que él mismo había llevado US$ 5 millones de fondos de la SIDE al domicilio del senador Emilio Cantarero para que los repartiera con otros cuatro colegas. Según la denuncia, también mojaron el radical José Genoud y el ministro de Trabajo Alberto Flamarique. La Justicia no pudo probar ningún delito, procesó a Pontaquarto, sobreseyó a todos los acusados y archivó la causa. Un año después, en 2004, la ley fue derogada.

Cuando a principios de diciembre de 2024 el senador Edgardo Kueider fue detenido en la frontera con Paraguay con US$ 211.102 en una mochila, se volvió a avivar el debate sobre coimas en el Senado, esta vez para aprobar la “Ley Bases”. Kueider había viajado otras cuatro veces en el año al país vecino: el 13 de octubre, el 16 y 21 de junio, y el 3 de marzo. El proyecto pasó por el Senado el 12 de junio. 

A diferencia del caso “Banelco”, Kueider permanece detenido en el vecino país investigado por intento de contrabando de divisas, a salvo de los intentos de la jueza Sandra Arroyo Salgado de indagarlo en casa. Los paraguayos quieren saber qué iba a hacer con la guita; Arroyo Salgado, de dónde la sacó. O sea, la ruta del dinero M. Eso sí: esta vez la manzana podrida fue catapultada de la cámara alta en cinco minutos y las operaciones mediáticas para licuar la agenda hicieron el resto. 

Si la sociedad mutó no hacia la antipolítica sino hacia la derecha, y la política posfactual manipula la realidad hasta convertirla en un relato más entre muchos otros; si Milei no duda en hacer una remake de la “Ley Banelco” y todo sigue igual, entonces el problema es mucho más grave que el daño que le puede hacer a la economía. Los argentinos repudian la corrupción K pero festejan el pillaje libertario.

La falta de antídoto del sistema democrático augura un futuro incierto, una lucha desigual entre la política y los poderes fácticos. Se cayó la fantasía de que éramos inmunes a los Bolsonaro y Donald Trump. El problema es que la dirigencia política quiere recuperar las coordenadas con herramientas políticas, pero el mundo está cambiando vertiginosamente en otra dirección.

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