Durante 28 años la democracia chaqueña fue gobernada por dos fuerzas políticas: doce años por los radicales, dieciséis por los peronistas, pero sin alternancia. Fueron dos ciclos completos que se agotaron solos.
Ángel Rozas y Jorge Capitanich fueron dos dirigentes excepcionales. Tuvieron la vaca atada hasta cuando gobernaban sus delfines y querían cortarse solos. Construyeron liderazgos indiscutibles con las herramientas de la política: el territorio, la doctrina, la gestión.
A Rozas incluso le tocó ser oposición durante más de una década y sólo en los últimos años, cansado, enfermo y consciente de que su tiempo había pasado, dejó la centralidad y abrió la jugada, aunque de mala gana.
Leandro Zdero aprovechó esa grieta tanto como el agotamiento del ciclo peronista, pero sería prematuro decir que su triunfo fue el comienzo de un nuevo ciclo largo. Hasta el momento sólo ha mostrado audacia. A un año de haber ganado ni siquiera hay un “zderismo” embrionario. Y de la gestión, ni hablar.
Pero si hay algo que aprendimos en estos 29 años de historia política en el Chaco es que la representación legislativa asimétrica siempre dejó a la oposición en un papel marginal. No es de extrañar que si el primer año de Zdero fue malo, el del peronismo también lo haya sido.
Para el peronismo el 2024 fue como el despertar de un largo coma inducido. Apenas reconocía el mundo que lo rodeaba. El líder había desaparecido, la gente los puteaba en la calle. Los más pillos hicieron sus propios negocios. El interbloque Frente Chaqueño, que ya venía detonado, terminó de desintegrarse.
Y esto recién empieza. Muy posiblemente desde el 10 de diciembre el oficialismo tenga quórum propio. O sea: los peronistas y aliados que ingresen no se harán famosos por las leyes que promuevan. Algo que, por lo demás, a la sociedad le importa un pepino.
A cinco meses vista del 11 de mayo, el único enemigo de Zdero sigue siendo Zdero. Bueno, y Milei. Lo que lo aleja de la sociedad es ajustar, aumentar las tarifas, pisar los sueldos, profundizar la desigualdad. No los proyectos de ley o los pedidos de informe de la oposición.
Entonces, ¿qué secreta ilusión nos mueve a preferir a un candidato a diputado en lugar de otro? ¿Es mejor el que viene pidiendo pista que el que pasó por la gestión? ¿El que nunca traicionó? ¿El que camina el territorio? ¿Por qué tenemos la sensación de que estamos en una fiesta a la que no fuimos invitados?
Dentro de pocas semanas los santitos que estuvieron dos años en sus grutas polvorientas recibirán una mano de laca, serán colocados sobre parihuelas y un paso procesional, los llenarán de guirnaldas y los llevarán a recorrer los pueblos. La del 11 de mayo será una jornada de veneración. De autoveneración.
El peronismo chaqueño se ha quedado sin poder y sin Pueblo. Lo único que conserva son los modales y su mito de origen. Quizás al radicalismo le haya pasado lo mismo, por eso Zdero jamás enarbola las banderas del centenario partido. El problema es que la sociedad espera otra cosa.
Lo advirtió Perón hace exactamente 80 años: “A la pérdida de prestigio (del Estado) sucede la ineficacia, y a ésta, la amenaza de rebelión, porque si la sociedad no halla en el poder el instrumento de su felicidad, labra en la intemperie el instrumento de la subversión”.