Hace unos días hablaba hablábamos (porque la seguimos en los comentarios) del primer año de gestión de Leandro Zdero. Dije que fue un ciclo exitoso: no pagó el costo del ajuste, supo entender que para los chaqueños pesaba más lo que ya no querían (piquetes, corrupción, despilfarro) que lo que sí querían, y del resto se encargaron la interna opositora y el gobierno nacional.
Imagen ilustrativa: La Nación. |
También opiné que un estallido social siempre podía aparecer en el horizonte, porque si el mérito de Zdero es no haber cargado con la responsabilidad de la crisis, su talón de Aquiles es no tener la menor idea de cómo contenerla, y a juzgar por los monos con navaja de frondoso prontuario que puso a manejar la seguridad pública, no puedo imaginar una resolución pacífica a ningún conflicto. Como decía Mempo Giardinelli: “Hay gente que sólo tiene imaginación para llamar a la policía”.
Quiero agregar a ese balance una reflexión sobre el primer año de gestión de Javier Milei, y me reservo para otro día el de la interna opositora.
Hace algunos meses empecé a escuchar a algunos periodistas, politólogos y economistas hacerse la pregunta: “¿Y si le sale?”. La respuesta con el chip progre era siempre la misma: “Si le sale estamos en el horno porque el ajuste no tiene piso”. Naturalmente la ortodoxia piensa que si le sale es porque puso en caja los frentes fiscal y externo, que junto al cambiario conforman la conditio sine qua non para el rebote de la economía. Si le sale seremos Irlanda o Alemania.
Como en otros procesos de ajuste, el estallido social también lo espera a Milei a la vuelta de la esquina, pero los argentinos estamos acostumbrados a esas tensiones entre los piquetes de zurdos y villeros y los de la abundancia. Ningún gobernante decidido a inmolarse por una causa puede poner como excusa que los sectores descontentos le impiden cumplir su destino manifiesto. Así que sí: provisionalmente me animo a decir que a Milei ya le salió. O que le está saliendo.
No pongo en la ecuación los US$ 200.000 sin declarar de Edgardo Kueider en la Triple Frontera, por la misma razón que no contabilizo ni los bolsos de José López ni la responsabilidad de Gerardo Milman en el intento de asesinato de Cristina: la mafia enquistada en la política argentina ha sido simbiotizada por todos los gobiernos y tiene su propia agenda, que a veces se cruza con la de la política. Somos expertos en Banelco. Discutir si Milei combate o no a la casta es una rémora del progresismo que nunca transó con las efectividades conducentes. “Okay”, diría Milei acomodándose los anteojos.
En una imperdible entrevista de Revista Panamá, el sociólogo y escritor Diego Vecino provocativamente sostiene: “Menem, Kirchner y Milei son portadores de una verdad histórica”. Vecino asegura que los tres construyeron poder en condiciones muy adversas, mientras que Macri y Cristina dilapidaron el que se les otorgó. También dice que los tres tenían un proyecto político o, para ponerlo en términos esotéricos, veían el futuro e iban hacia él sin una sombra de duda.
En Milei esa visión está contaminada de misticismo, pero también de picardía. Recordemos Éxodo 34: “Y el Señor dijo a Moisés: Lábrate dos tablas de piedra como las anteriores, y yo escribiré sobre las tablas las palabras que estaban en las primeras que tú quebraste [Sí, el muy pícaro había roto las originales]. Y que no suba nadie contigo, ni se vea a nadie en todo el monte; ni siquiera ovejas ni bueyes pasten delante de ese monte”. Había que tener fe para creerle a Moisés. Milei está escribiendo sus propias tablillas filtrando clandestinamente su imago mundi. No sabemos si Dios tuvo algo que ver, como tampoco lo sabían los pueblos del Sinaí.
Vecino, el sociólogo, dice que si Menem y Kirchner entendieron hacia dónde iba el mundo, Milei no les va en zaga. Especula que si Elon Musk el año que viene pone una fábrica de Tesla en Catamarca o una multinacional instala fábricas de semiconductores en la Patagonia, tal vez nos insertemos en el mundo de una forma menos precaria, porque nos guste o no, el mundo va en esa dirección.
En la misma línea le reprocha al progresismo cargar contra Globant o Galperín, querer obligarlos a pagar más impuestos en lugar de ofrecerles un ministerio. Por supuesto que es una visión reñida con los principios de las izquierdas, que él denomina “contracultural” y reconoce como provocadora, pero deja en claro el futuro que profetiza Milei.
Por otra parte, aunque nos esforcemos en resaltar sus torpezas protocolares e insistamos en que el mundo se le caga de risa, Milei es el presidente más popular que tuvo nuestro país desde Perón. “Elon Musk está fascinado con él”, confirma Vecino y recuerda que salió al balcón con Macrón. Milei es popular porque en el resto del mundo ven en él una señal acaso desfigurada, patética pero atrapante de lo que nos espera.
Sé que todo esto colisiona con nuestros principios y valores, y sobre todo pisotea nuestra doctrina, pero según Vecino a los peronistas lo único que nos queda es la doctrina, letra muerta, porque hemos perdido la representación popular de nuestro sujeto histórico, que ahora tributa a Milei.
Estas reflexiones irritantes nos invitan a pensar desde qué lugar queremos hacerle frente al loco de la motosierra. ¿Volviendo al 2019, al 2011 o al 2003? En tal caso cabe preguntarse si hoy Néstor hubiera hecho lo mismo que hizo hace 21 años. Porque la rueda sigue girando, y si es cierto que, como dice Yanis Varoufakis, vamos hacia el tecnofeudalismo, mirar el futuro con los ojos del pasado, sin otra propuesta que la del Estado Presente como promesa de prosperidad, podría no ser suficiente.