El presidente del Concejo Municipal de Resistencia, Alejandro Aradas, habló de los trapitos: “Lo que antes era un acuerdo de colaboración, ha mutado en una exigencia. Ahora, estacionar en ciertas zonas implica un pago obligatorio, sin respaldo legal, generando presión y temor entre los vecinos”.
El problema es el diagnóstico y la metodología que propone para erradicarlos: llamar a la policía. “Vamos a liberar el centro de esta problemática, como lo hicimos con los piquetes. Es hora de asegurar un estacionamiento legal y regulado, en beneficio de todos los vecinos”, sostuvo.
Aradas equipara a los trapitos con los piqueteros no por las condiciones sociales que los producen (casi 80% de pobreza en el Gran Resistencia) sino por su presencia indeseable en las calles. Para justificarse hace propia la idea de que son “una mafia”. Busca un enemigo común a quien culpar.
Con la hipótesis del conflicto permanente corre el eje de los tarifazos municipales y de la incapacidad de gestión del tránsito. A falta de piqueteros, buenos son los trapitos, carreros y vendedores ambulantes.
Pero más que el odio clasista de Aradas preocupa la falta de planificación, como la decisión de volver a apiñar a los colectivos en el microcentro o la siempre fallida táctica de no dejar entrar a las motitos en lugar de controlar que respeten las normas: da lo mismo si son una solución para la movilidad urbana o un dolor de cabeza. Llegaron para quedarse.
La improvisación cuesta plata. El estacionamiento medido, por ejemplo, es inflacionario. Si con las nuevas tarifas un auto que aparca en el centro de lunes a viernes termina pagando unos $80.000 mensuales, los dueños de los estacionamientos privados, que cobran entre $30.000 y $50.000, más que duplicarán las suyas.
El desorden impacta en el medio ambiente y en el bolsillo: más combustible, récords de horas/año perdidas en embotellamientos, estacionamiento carísimo. Los trapitos son un enemigo imaginario, una excusa en la batalla cultural de Aradas. Sabemos que el problema es complejo, pero no se puede sacar un tornillo con un serrucho.