Si tuviera que hacer un balance del primer año de gobierno de Leandro Zdero, diría que fue exitoso por donde se lo mire. Que durante largos períodos haya sido un monólogo (los medios de comunicación más influyentes entendieron el mensaje) no es culpa de Zdero.
Zdero no es responsable ni de la ausencia de Capitanich ni del desbande peronista, así como tampoco es culpable de que no haya una “Ley de Pauta” o de que Tito López no pueda explicar su patrimonio. Mucho menos del hartazgo social que fue determinante en el cambio de rumbo elegido por los chaqueños y chaqueñas.
Zdero hizo lo que tenía que hacer para ganar y hace lo necesario para gobernar toda vez que, en la práctica, está jugando al frontón. Que muchas garantías constitucionales estén tambaleando en el co-gobierno radical-judicial, y que aún así siga teniendo buena imagen, es un índice de sus aciertos políticos, estén o no reñidos con la ética.
Como antídoto al quietismo imperante, Marcelo Salgado habla de “las tres R”: Resetear, Reconectar y Renacer construyendo nuevas narrativas, nuevas prácticas y especialmente nuevos liderazgos, porque “la sociedad mayoritariamente rechaza las formas tradicionales de hacer política, odia a los políticos y sus privilegios”. Odia a la casta.
No es un fenómeno nuevo. Los sucesos del 19 y 20 de diciembre de 2001 que terminaron con el gobierno de Fernando De la Rúa también produjeron una violenta reacción contra la casta: “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”. Y el 24 de marzo de 1976, haciendo un reduccionismo forzoso, también fue una embestida de una parte de la sociedad contra la casta: por eso fue un golpe cívico-militar. El “que se vayan todos” de 2023 dio como resultado a Javier Milei.
Las condiciones sociales y económicas de fines de 2024 no son muy distintas a las de mediados de los noventa. El detonante para un nuevo “que se vayan todos” está a la vuelta de la esquina: despidos masivos, recortes de subsidios a la energía, a la educación, al transporte público; quita de cobertura de medicamentos para jubilados y pensionados; desfinanciamiento de las universidades y el Conicet, caída de la actividad y los consecuentes niveles de pobreza y desempleo que esto ocasiona, alcanzan y sobran para constituir el caldo primordial de una nueva crisis de magnitudes bíblicas.
El campo popular quedó tecleando después del triunfo de Milei. Literalmente. Da ternura ver a los compañeros diseñar memes y armar “centros de estudio” asépticos jugando a la “batalla cultural” con reglas libertarias o analizando críticamente la realidad -como este servidor- mientras el ajuste no da tregua. Se diría que ya no alcanza con “propuestas superadoras” para mitigar el alcance del próximo “que se vayan todos” y reconducir a la sociedad hacia una salida pacífica.
Más allá de la propuesta de Salgado ("nuevos liderazgos") da la impresión de que antes que la capacidad de persuasión de la dirigencia política, el freno al ajuste va a venir una vez más de la mano de un deus ex machina, de un suceso que muchos intuyen pero nadie es capaz de predecir con exactitud, y que nadie puede controlar.
En sus efectos prácticos, lo que no ve el campo popular sí lo ve el gobierno. El de Zdero inclusive. Por eso se jacta de haber terminado con los piquetes (más de 750 en un año, según el ministro de Seguridad Hugo Matkovich) pero no se duerme en los laureles y se prepara para la segunda fase del Plan Motosierra.
En la IV Reunión Nacional del Consejo de Seguridad Interior, Matkovich anunció la compra por licitación de armas no letales “Byrna”. “Cumplen mejor que las taser el propósito que queremos”, sostuvo sin dar mayores precisiones. ¿Qué propósito? Las Byrna son armas de CO2 (aire comprimido) que disparan postas de goma, de polímeros rígidos e incluso de gas pimienta, y pueden alcanzar objetivos hasta a veinte metros de distancia.
“El propósito que queremos” es posiblemente reprimir la protesta social, y las taser no sirven para eso (inmovilizar en el medio de un tumulto a un revoltoso al que se está unido por dos filamentos metálicos y dos electrodos es una táctica estúpida). Por eso la infantería utiliza armas antidisturbios. Como las Byrna, que se pueden conseguir en Mercado Libre desde $1,5 millones.
Si hay un estallido social a la vuelta de la esquina, ese deus ex machina que active un nuevo "que se vayan todos", Zdero, que quiere seguir gobernando, tiene un plan para contenerlo. A puro garrote. Su primer año de gobierno fue un éxito porque puso en caja a los piqueteros y la oposición culposa colaboró. Quién sabe qué desafíos le depara el 2025.