El rechazo al crédito de US$ 150 M fue la primera derrota política de Leandro Zdero en casi diez meses de gobierno. Fue política porque no supo manejar los acuerdos necesarios para llevar el proyecto a buen puerto.
Su ausencia en las reuniones con intendentes y jefes de bloque demuestra que o sólo estaba dispuesto a llegar hasta las penúltimas consecuencias, o no entendía lo que le demandaba el momento. Cuando Capitanich -incluso Domingo Peppo- bregaban por la aprobación de una ley fundamental, eran los primeros en sentarse a dialogar con la oposición. A nadie se le caen los anillos por eso.
En su discurso posterior a la sesión, Zdero, enojadísimo, culpó a la oposición. Es verdad que no podía acusar públicamente a sus negociadores, no podía imputar a la presidenta del Poder Legislativo, que expuso su verdadera estatura política, y no se podía culpar a sí mismo a pesar de que teniendo todo para ganar, perdió.
Pero el dolor más grande es de naturaleza edípica. Para llegar a donde está, Zdero asesinó a su padre, Ángel Rozas. Al vencer en las urnas a su delfín, Juan Carlos Polini, decretó el retiro del caudillo radical de la arena política. Y ni siquiera le dedicó un homenaje. Ahíto de revanchismo lo privó hasta del bronce. Una lástima que no haya entendido que tenía mucho -muchísimo- para aprender del dirigente de Pinedo.
Rozas ganó las elecciones de 1995 en segunda vuelta pero llegó con una representación parlamentaria marginal. Durante los dos primeros años tuvo que gobernar con la Legislatura en contra, presidida por el peronismo. Aún así se aprobaron 85 leyes. Algunas que requirieron verdadera muñeca política y fueron triunfos en toda regla.
En su primer año de gobierno consiguió la autorización para garantizar créditos por combustible a productores, logró un crédito por $ 60 millones, creó la Defensoría del Pueblo y el nuevo Régimen Electoral.
Al año siguiente lanzó los bonos chaqueños de consolidación II, obtuvo la autorización para la emisión de bonos de cancelación de obligaciones con proveedores, contratistas y municipios, y consiguió la autorización para un crédito de $ 50 millones para el Prosap y Prodernea.
También creó el SEFECHA, el Sistema Provincial de la Vivienda, el nuevo régimen de indulto y conmutación de penas, la reglamentación de la acción de amparo y del hábeas corpus y el programa de créditos supervisados de microemprendimientos productivos.
Muchas de estas leyes requerían mayorías especiales. ¿Cuál fue la clave de semejante éxito?
Los consensos no se declaman, se concretan. Si hubo un diputado provincial que le contó las costillas a los gobiernos de Ángel Rozas fue Belzor Miño. Sin embargo varias de las leyes que mencioné llevan su firma y la del Poder Ejecutivo. Miño recorría El Impenetrable denunciando partidas de medicamentos vencidos, pero Rozas sabía que a los adversarios había que persuadirlos con más enjundia que a los propios, y se tomaba el trabajo. Los resultados hablan por sí solos.
Zdero ganó en primera vuelta. Con el acompañamiento del CER se quedó con la presidencia de la Cámara. La feroz interna peronista también lo favoreció y consiguió acercar voluntades del PJ a su molino. Todo eso tenía -tiene- a su favor, y aún así fue derrotado categóricamente en una votación clave. La sucesión de torpezas, distracciones y soberbia fue su perdición. Creyó que le alcanzaba con gastar miles de millones de pesos en publicidad, meter en cana piqueteros y hablar de bomba de mecha corta y pesada herencia. La realidad le dio un sopapo.
Y lo peor es que tenía las respuestas en la historia de su propio partido, en las acciones del dirigente que le abrió la puerta a la vida política, y las negó.
Hoy conduce un barco a la deriva, golpeado por su pertinaz alineamiento a las políticas de ajuste del gobierno de Javier Milei, con un ministro imputado en una causa de megacorrupción en la Justicia Federal, con una interna que -aunque no lo publicitan- está al rojo vivo, y en lugar de corregir el rumbo amenaza no ya a la oposición sino a todo el pueblo del Chaco de cara a los problemas de caja que va a tener en pocos meses, cuando los cortes de energía se conviertan en el pan nuestro de cada día. Debe ser trágico sentirse un personaje menor, un actor de reparto en una historia gloriosa.