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¿Nos estamos reproduciendo?

Ayer el compañero Gabriel Duca escribió: “Lamentable lo de Don Bigotes. Se lo comió el personaje de la TV. Ojalá baje un cambio y pegue la vuelta, se pasó de largo tirando tiros”, y no puedo menos que suscribir a su definición, como supongo que muchos de nosotros y nosotras.


El detonante fue la pelea con Leandro Santoro, a quien en un debate televisivo el exsecretario de Comercio de Néstor Kirchner -de Guillermo Moreno estamos hablando- quiso clausurar con la sentencia: “Es bien radical lo que decís”. 

El diputado, que es de origen radical pero también fue funcionario de CFK e integró el FpV, el FdT y UP, le respondió: “Sos muy poco peronista y tenés una actitud gorila”, y más adelante, a los gritos, completó: “El peronismo es otra cosa. Convoca, te hace sentir cómodo y participativo”.

¿Quién tenía razón?

En una entrevista de 1973, Juan Domingo Perón hizo esta notable reflexión: “Yo permito todo en el movimiento. Nosotros no tenemos prejuicios de ninguna naturaleza porque así tienen que ser los movimientos. Tenemos hombres de extrema derecha y tenemos hombres de extrema izquierda”.

“Nunca me olvido que cuando organizamos esto, vino un día el ministro de Relaciones Exteriores, que era un conservador, el Dr. (Jerónimo) Remorino, casualmente secretario de Julito Roca, fijesé; y yo había puesto allí a Borlenghi, a Bramuglia, todos muchachos que habían venido del socialismo, y me dice: ‘Pero usted está colocando todos comunistas ahí’, y le digo yo: ‘No se aflija, Remorino, es para compensarlos a ustedes que son reaccionarios’”. 

“El movimiento siempre ha sido así. Yo creo que los movimientos de este tipo hay que dejarlos funcionar libremente. Es decir, constituir un cuerpo orgánico, no muy ajustado, con preceptos, para que se defienda de por sí. Pasa en el organismo institucional lo que en el fisiológico: si no tuviéramos autodefensas, habría desaparecido el hombre ya hace años de la Tierra. Se conserva por esas autodefensas, no por los médicos ni los antibióticos. Esas autodefensas se producen por la generación de anticuerpos de los propios gérmenes patógenos que entran al organismo. En lo institucional debe ser igual. Algunas veces me dicen: ‘¡Fulano es un traidor!’. ‘Dejeló’, le digo yo; ‘cuideló: está generando anticuerpos que van a ser las defensas del movimiento’”.

Queda claro que la pelea entre Moreno y Santoro ni es nueva ni es un tipo de enfrentamiento que, per se, le haga mal al peronismo. Pero Perón brinda esa entrevista en España unos meses antes de ganar su tercera presidencia y regresar al país, donde se encontraría con un clima mucho más inestable que el que se ajusta a los conceptos de la entrevista. Los “gérmenes patógenos” habían invadido el cuerpo social y libraban una batalla sin cuartel. 

Los sectores progresistas del peronismo y aledaños que se enojan con Moreno, no se lo bancaban desde antes porque Moreno es conservador y de derecha, y trae en el bolsillo todos los números del manual del machirulo, pero seríamos injustos -y caeríamos en una imperdonable inexactitud histórica- si dijéramos que el peronismo, pese a ser un movimiento de profunda raíz humanista, no tuvo entre sus filas a seres nefastos.

Y no me refiero a aristócratas como Remorino, que hasta formó parte de la comitiva que acompañó a Julio A. Roca (h) a Londres para suscribir el tristemente célebre Pacto Roca-Runciman, pero también logró que la OEA pusiera sobre la mesa de discusión la soberanía argentina sobre las Malvinas. 

Me refiero a personajes siniestros como López Rega, creador de la Triple A, una organización terrorista parapolicial anticomunista (por cierto, López Rega entra al mapa del peronismo como funcionario de Héctor J. Cámpora). La respuesta del último peronismo a la Tendencia (FAR, Montoneros) fue asesinarlos, como quedó formalizado en un documento reservado del Consejo Superior Peronista de octubre de 1974, que se declaró “en estado de guerra contra los infiltrados marxistas del Movimiento”.

No estoy llevando la pelea mediática de Moreno y Santoro a un lugar tan oscuro de la historia, aunque los conatos de odio a la izquierda que promueve todos los días el presidente Milei y se afianzan en los flirteos con los milicos de la vice Victoria Villarruel lo habiliten, siquiera como ejercicio mental. 

Lo que digo es que el delicado, arduo equilibrio entre posiciones antagónicas en el peronismo debería servirse de esas palabras de Perón sobre el movimientismo. Y para que la historia no se repita como farsa o como tragedia, los debates es mejor darlos a cielo abierto, que es lo que hicieron estos dos locos lindos. Y después que decida el Soberano.

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