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Derrota política

El miércoles se cumplen diez meses desde que Leandro Zdero asumió tras ganar las elecciones con el 46,13% de los votos. Desde la trinchera del 41,74% de los chaqueños y chaqueñas que votaron a Jorge Capitanich hemos identificado sucesivas explicaciones de ese resultado, a veces incompatibles, a veces complementarias, casi siempre insuficientes. 

La primera fue culpar al otro: el 5% de los votos obtenidos por Gustavo Martínez hubiera alcanzado para ganar raspando. La segunda fue culpar al gabinete saliente: no recibían a nadie, se la patinaron, no pisaban el territorio. Otra fue culpar a la mamá de Cecilia Strzyzowski y, casi por añadidura, a Capitanich y su manía de asociarse con los gerentes de la pobreza: no reaccionó a tiempo, no administró adecuadamente la embestida mediática y posteriormente delegó el armado electoral en gente que no estaba preparada.

Por supuesto con el diario del lunes el único mariscal de la derrota es él. Sus viejos y nuevos adversarios internos le reclamaron autocrítica -un mecanismo de flagelación inútil-, lo culparon por mudarse a Buenos Aires, y últimamente hasta por poner palos en la rueda para impedir que Zdero pudiera hacerse de un botín de US$ 150 millones que pidió nadie sabe para qué.

De lo que no hablamos es de los méritos de Zdero. Nos negamos a valorarlo políticamente. Hemos dicho que ganó porque Gustavo Valdés le pagó la campaña, porque contrató a las mejores agencias de publicidad del país, porque Capitanich empezó a perder las elecciones en junio de 2023 cuando desapareció Cecilia y sólo hacía falta hacerse el boludo para quedarse con el triunfo. Sin dudas estas razones son tácticas de una estrategia general, pero hubo mucho más que coyunturas.

Cuando Zdero le ganó la interna a Juan Carlos Polini por 18.462 votos, también le ganó al aparato radical de Convergencia Social; le ganó a Ángel Rozas, que le armó mesas de dirigentes en toda la provincia, fotos de familia que lo invitaban a bajarse del caballo, y hasta lo embarcó en una improbable definición adelantada de la interna en la que una encuestadora “independiente” de Buenos Aires, elegida por el propio Rozas, decidiría quién medía más. A todos ellos les ganó Zdero mucho antes de ir por la gobernación.

Naturalmente el movimiento se demuestra andando, y con el correr de los meses El Pibe de Oro se encontró con todos los problemas heredados y con los nuevos, producto de un proceso electoral en el que él no tuvo mayor incidencia (recordemos que en las elecciones nacionales, en Chaco Sergio Massa le ganó a Javier Milei). En todo caso, no se le puede reprochar haber apoyado un proyecto -el de LLA- marcado por un inmenso signo de interrogación, en lugar de entregarse al exintendente de Tigre. (Alguien dirá: “Pero todos sabíamos lo que era Milei”. Sí, y también sabíamos lo que era Massa. Y también sabíamos cuánta inflación había, y cuántos dólares faltaban en el Banco Central. No jodamos).

Lo cierto es que tanto los problemas heredados como los nuevos requerían capacidad de gestión, gobernanza. Y es allí donde Zdero empezó a perder batalla tras batalla, como lo certifica el índice de popularidad de CB Consultora, que lo vio caer en pocos meses del primero al quinto lugar (al cumplirse diez meses de su gobierno sabremos dónde se ubica a principios de octubre). 

En los últimos dos meses tuvo que enfrentar gran cantidad de denuncias por el uso discrecional e indiscriminado de fondos públicos para pagar propaganda política (la última fue la de dos contratos con la productora de Luis Majul que totalizan $ 20 millones en cuatro meses y aportan a los miles de millones ya distribuidos) mientras la pobreza en el Gran Resistencia se disparaba al término del primer semestre al 76,2%, superando en más de 23 puntos el promedio nacional, y la indigencia al 38,6%. 

El gobierno de Zdero también tuvo que enfrentar denuncias por hechos de corrupción e irregularidades, desde los fondos para actividades partidarias como la Cabalgata de la Fe (donde además el proveedor de alfalfa para los caballos terminó siendo un asesor del gobierno) hasta los faltantes millonarios en el Instituto del Deporte. 

Y eso para no hablar de los viajes de Marcos Resico por el continente y el ejército de ñoquis que metió en todos los ministerios. La plata que sobró para esos curros es la que faltó para mejorar los salarios de docentes y personal de salud, para hacer obras, para adquirir insumos hospitalarios, para pagar traslados de pacientes a centros de alta complejidad, para brindar seguridad en los barrios. No es que Zdero confundió sus prioridades, es que le aflojó la brida a los forajidos que venían atrás.

El corolario de su falta de habilidad política fue la dura derrota parlamentaria que lo privó de obtener US$ 150 millones para alquilar generadores eléctricos y financiar la campaña del año que viene. Y esto sazonado con la ya mencionada incapacidad de gestión que caracteriza a su gobierno: unos días después de la paliza comisionó al ministro de Infraestructura, Hugo Domínguez, para que “de inmediato salgamos a buscar alternativas para paliar la crisis hídrica y energética”. ¿Qué hizo Domínguez? Se reunió en Buenos Aires con dos funcionarios a quienes después del improductivo encuentro “agradeció por la predisposición para atendernos y entender la situación”. Gracias por entender.

Es llamativo cómo, teniendo problemas en común y profundas diferencias, los desafíos de la oposición son los mismos en la esfera nacional, en el peronismo bonaerense y en el Chaco. 

Personalmente creo que la derrota de Zdero en el debate por el endeudamiento es un triunfo del peronismo y los sectores progresistas. Un freno a la soberbia y la incapacidad de gestión. Un punto de inflexión. No sólo los votos en contra sino las abstenciones de los diputados del PJ que el oficialismo creía cooptados fueron la primera señal de un cambio en la dirección del viento. Hasta los intendentes que clamaban por la aprobación tuvieron que entender que si no había partidas asignadas explícitamente para ellos, los iban a dejar en Pampa y la vía. 

Por eso la derrota de Zdero fue política en toda regla. Si en el debate previo había conseguido dividir al peronismo y sus aliados, en la votación los volvió a juntar. Esto por supuesto no significa que ahora todo sea un lecho de rosas. Y es aquí donde volvemos al punto de partida: ¿con qué proyecto la oposición va a contrarrestar la búsqueda desesperada de Zdero por llegar a los dos tercios el año que viene? ¿Le alcanzará al Pibe de Oro con seguir encarcelando exfuncionarios y gastando en flyers en Youtube y agencias de publicidad, o pesará más la depresión del poder adquisitivo de los salarios, la ausencia de obras importantes, el abandono del Estado? 

En una situación mucho más ventajosa, y con un crédito de miles de millones en la alforja, Domingo Peppo perdió las elecciones de medio término nacionales y la oposición consolidó su representación en la Legislatura provincial. Estamos en terreno desconocido, pero hay señales.

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