El gobierno de Javier Milei tiene muchos puntos de contacto con el onganiato. No el “desarrollismo” propiciado por el discurso dominante de la época, pero sí su obsesión por pulverizar el pasado y, con él, sus conquistas.
La referencia de Milei al “siglo de decadencia” que hay que dejar atrás, su intento de recuperar la “edad dorada” de fines del siglo XIX apuntalada por las ideas de Alberdi, su invocación a los “padres fundadores”, es antiliberal y ultraconservadora. Lo suyo es una guerra moral contra la Argentina, pero forjada en la academia de Santiago Noestudienada. Una caminata del alma.
Si la alianza de Onganía con la curia y las élites se tradujo no sólo en un aparato represivo inédito sino en un corpus normativo moralizante que contó con la anuencia de la prensa de la época, el gobierno de Milei se concentra más en esto último: dar la “batalla cultural” con las herramientas del siglo XXI, y por lo mismo reducir el debate a una agenda vulgar.
El saludo del vocero presidencial Manuel Adorni por el Día Internacional del Zurdo a Messi, Di María, Ginóbili y Cerati, entre otros, evitando nombrar a Diego Maradona, es un buen ejemplo de esta fétida cruzada. Cuando le preguntaron por el “10” contestó: “Ah, sí, era zurdo”. Lo putearon desde los campeones del mundo del ‘86 hasta los que miran tenis. El Profe Signorini, histórico preparador físico del Diego, lo sintetizó así: “Adorni, vos serás olvidado en el trayecto del velorio al cementerio”.
Adorni no es Marquitos Peña, ‘el Pibe de Oro’ de Macri, ni Darío Lopérfido, el negacionista perpetuo que luchó en soledad por reivindicar a los genocidas. No puede defender ninguna tesis, no tiene con qué. Sus conferencias matutinas sólo sirven para ponerle el cuerpo a las extravagancias del presidente y para provocar peleas de panelistas a la siesta.
Pero, por lo mismo, encarna sin fisuras los valores de Milei. Es un troll cebado que ultraja el sentir popular, un agente de la cruzada ultraconservadora que, entre discusiones de consorcio en la sala de prensa y chicanas infantiles ha llegado a naturalizar la visita de diputados nacionales a los represores alojados en el penal de Ezeiza. Manuel Adorni es, como el presidente, un energúmeno.